martes, 16 de junio de 2015

La estación que se está yendo

Otoño

El almanaque me sorprendió a mitad de camino
Entre el calor y el frío,
El canto del zorzal parece despedir al sol,
Melancolía que busca diluirse en un té caliente.

Nublado, triste,
Las nubes se rompen en mil pedazos,
¡Arde el sol y detrás el celeste!
Los abuelos muestran a sus nietos nubes de juguete,
Los enamorados obsequian nubes de joyas a sus amadas.

Pensar, soñar, desear
Los amigos que se fueron
La novia que no está,
Haré un gran fuego en la chimenea,
El viento sur traerá nuevos afectos.

De Mario Petrella

En la semana del libro

Autopoema

Caminé por aquellas calles que olvidaron la palabra “soledad”.
Y ahora quiero quitarme los zapatos,
para escapar de todo pisoteo incesante.
Para huir, al menos por un rato, de tanta gente,
de tanto ruido, de tantos pensamientos.
Encontrarme con mi propio yo.
Escribir para mí, para mi interior, para mi sexo, para mi conciencia.
Tornarme un poco egoísta,
ya que no es bueno vivir sin escribir el propio nombre.
Silenciar a toda musa externa y comenzar viaje con el equipaje propio, a mi propio edén.
Porque nunca, nadie, logró pronunciar mi nombre como deseo escucharlo.
Porque a veces (tan sólo a veces) necesito tener valor para ser mi propia vida, mi propia muerte, mi propio soporte elemental…
Mi propia iluminación.

Autor Anónimo